- Su nombre es Sarah Reinertsen, debido a una deficiencia congénita no hereditaria, su pierna nunca alcanzaría el mismo desarrollo que el resto de su cuerpo.
- A esta bella muchacha le gusta pensar que es una especie de androide con una parte mecánica, se describe como una muchacha de una pierna viviendo en un mundo de dos.
La triatleta de 34 años y residente en California, es la primera mujer amputada que logra ganar una competencia IronMan.
Subió por la Gran Muralla China y escaló
un acantilado gigante en Vietnam durante la décima temporada del
programa de CBS The Amazing Race.
Cuando no está corriendo, montando en
bicicleta o nadando, se está probando prótesis para examinar lo último
en blindaje automático de un fabricante de prótesis. También anima a los
soldados que han perdido una extremidad en un acto de guerra. Es toda
una heroína popular que se dirige a los corredores que la conocen desde
que era una niña de once años cuando se puso unas deportivas y comenzó a
correr por su vida.
Cuando no está entrenando para una
maratón, la puede encontrar hablando ante un auditorio escolar repleto o
posando desnuda con la pierna metálica cruzada sobre la otra en la
portada de la última Body Issue de ESPN.
Cuenta su historia en sunuevo libro “In A Single Bound“.
Nació con una pierna que nunca alcanzaría al resto de su cuerpo, con un
defecto congénito no hereditario conocido como deficiencia focal
proximal femoral. Reinertsen solo quería encajar algo difícil de hacer
cuando se decidió que su pierna debía amputarse, tenía tan sólo siete
años. Cuando vio que sus compañeros se apuntaban a fútbol, le rogó a su
mamá que le comprara un uniforme y le diera la oportunidad de jugar. Y
aunque sus padres tenían prohibido el uso de las palabras “no puedo”
en su casa, no es mucho lo que podían hacer si el entrenador la mandaba
sola a patear el balón contra una pared. Eso se convertiría en una
metáfora de su vida, un mensaje que hace eco en prácticamente todo lo
que Reinertsen se propone. Los jóvenes deben alcanzar sus metas sin
importar lo que les digan los demás, recalca.
A los once, encontró su juego.
Reinertsen estaba en una carrera de diez mil metros con su papá y su
hermano cuando vio pasar a un atleta con una pierna artificial. “No
podía creer lo que estaba viendo, me di cuenta que era posible”, aseguró
Reinertsen.
Regresó a casa, se puso unas deportivas y
se enseñó a sí misma a correr. Muy pronto, tenía un entrenador y estaba
ganando medallas en carreras de relevos de corta distancia. Para cuando
cumplió 16, estaba compitiendo en los Paralímpicos de Barcelona. Se
tropezó a la entrada y se sintió tan derrotada que regresó a casa y
guardó sus zapatos durante dos años.
“Pasé mucho tiempo sintiéndome incómoda
conmigo misma”, dijo. Para su segundo año de universidad en la
Universidad George Washington, se dio cuenta de que le hacía falta
correr y centró su atención en las maratones. “Correr me enseñó a ver mi
cuerpo como un todo”, dijo. El premio era correr en la Maratón de la
ciudad de Nueva York de 1997. Su entrenador corrió a su lado con una
pierna de repuesto en brazos. Llegó a la línea de meta seis horas y
media después.
Como atleta, Reinertsen halló fe en el
lugar al que podía ir su cuerpo. El año de la maratón, conoció a un
hombre al que le faltaba una pierna que se iba para Hawái a la
competencia Ironman. A Reinertsen le encantaba ver la carrera en
televisión y se convirtió en su obsesión instantáneamente. Solo había
dos problemas. Aunque tenía la parte de carrera bajo control, no tenía
idea de cómo montar en bicicleta y lo más que conocía de la natación era
flotar en el estrecho de Long Island cuando era niña.
Pero asumió el reto. Comenzó con la bicicleta, practicando en su apartamento de Brooklyn. Nadar fue un reto mayor.
Había una piscina a pocas cuadras de su casa. Pero cada vez que se
bajaba del subterráneo se encontraba a la gente mirando fijamente a un
mendigo cojo en la plataforma. Esa imagen tan intensa hizo imposible que
pensara en ir a la piscina, quitarse la pierna metálica y lanzarse al
agua. En cambio, tomaría un desvío de camino a casa y se acostaría en el
sofá con medio litro de helado Ben and Jerry’s. Esa rutina diaria le
tomó un año. Se convenció a sí misma de que debía regresar a la piscina,
quince minutos cada vez durante otro año. Trasladarse de Nueva York a
California facilitó el entrenamiento al aire libre. Para 2004, estaba de
camino a Hawái. Llevaba doce años entrenando.
Reinertsen aprovechó la resistencia que
tenía para la carrera, aunque se le pidió que se retirara porque tardó
quince minutos más en el tramo de ciclismo. Ese asunto inconcluso la
llevó de vuelta al reto Ironman un año después, cuando terminé en 15
horas y 5 minutos y se convirtió en la primera mujer con una pierna
prostética en ganar la codiciada triatlón. “Cuatrocientas personas que
andaban en dos piernas llegaron después que yo”, aseguró Reinertsen.
“Fue una sensación fabulosa”.
Un año después, fue invitada a una audición en ”The Amazing Race”
y ganó un puesto para la gira mundial. Los seguidores de este programa
de telerrealidad llegaron a conocer a Sarah Reinertsen por sus aventuras
en China, Mongolia, India, Vietnam y Kuwait. La carrera terminó para
Reinertsen y su pareja en Kuwait cuando se perdieron y terminaron en
medio de una turba que presenciaba una decapitación.
Reinertsen recibió un título en
periodismo audiovisual, produjo un programa de televisión sobre atletas
olímpicos, trabajó con la “Challenged Athletes Foundation”, una
organización que apoya a atletas con discapacidades y para una empresa
que fabrica prótesis. En estos días, tiene una agitada carrera dando
conferencias motivadoras y con frecuencia se presta para pruebas de
generaciones futuras de prótesis de pierna. También pasa algo de tiempo
visitando amputados en el Centro médico del ejército Walter Reed.
“Mi voz como defensora de las personas que tienen discapacidades está rompiendo barreras, mostrándole a la gente que todos enfrentamos retos que se pueden superar con pasión y trabajo duro”, dijo.
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